El verdadero poder de la palabra

el poder de la palabra

El verdadero poder de la palabra

Todo lo que decimos tiene poder, pues es la palabra la que construye el mundo tal cual lo conocemos y lo percibimos.
 
Es el lenguaje el que ha creado nuestra realidad y, si tomas conciencia de este mecanismo, si te apropias de él, entonces podrás tener mejor control de tu propia existencia, podrás lograr cambios y transformaciones personales y reales con mucha más eficiencia.
 
Tantas veces escuchamos decir que la palabra tiene poder, que hace más daño un lápiz que una espada y más, pero ¿cómo se refleja esto en la realidad? ¿es cierto o tan sólo es una frase bonita para obligarnos a medir lo que decimos?

 

Las palabras construyen nuestra realidad

 
Kenneth Gergen, doctor en psicología y pionero en distintas teorías de la psicología social, afirma que no existe una forma única de hablar sobre el mundo.
 
Existen múltiples realidades y percepciones de esto que nos rodea y que vivimos.
 
A través de la cultura, la sociedad y el tiempo los conceptos de la realidad se transforman, se perciben de formas únicas y distintivas. Lo que es normal aquí puede que sea una rareza en la sociedad japonesa, por ejemplo.
 
De este modo, un embarazo en una niña de 17 años era considerado completamente normal y hasta deseado en el siglo XVIII pero en la sociedad actual se considera precoz y hasta puede ser considerado un problema.
 
Un hombre puede considerar que un dolor continuo y sostenido en el abdomen puede significarse como el síntoma de una enfermedad e irá al médico, mientras que para una mujer que sufre dolores menstruales es algo normal, parte de su proceso e irá a trabajar.
 
La construcción del concepto de enfermedad es completamente diferente y, en este caso, depende de la vivencia propia del género.
 
Esto ocurre porque lenguaje, y las realidades que se construyen con este, son producto de nuestras interacciones sociales, así que todo lo que decimos tiene un peso que refleja lo que somos, lo que creemos, pero también de eso que nos rodea.
 
De este modo, la sociedad nos dice que un embarazo a los 17 años es precoz y que los dolores menstruales no son una enfermedad; y así con muchas ideas más.
 
La realidad es una construcción que responde a cierto esquema de valores propios y ajenos, pues también somos producto de nuestra sociedad.

 
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¿Y cómo se refleja esto en la vida?

 
Pasamos la vida repitiendo conceptos que creemos ciertos, que nos apropiamos y que no se cuestionan, así que se vuelven reales.
 
Nos decimos a nosotros mismos que los hombres no lloran o que no podemos bailar porque somos torpes o que los ricos lo son porque roban.
 
Esas palabras que decimos a viva voz van construyendo lo que nos rodea: creamos hombres incapaces de mostrar sus sentimientos o niños con fobias y temores.
 
Creamos límites, barreras invisibles para las personas.
 
A un nivel personal los estragos son mayores: nos convertimos en personas inseguras, llenas de limitaciones, incapaces de crear prosperidad a su alrededor, cargadas de resentimientos, incapaces de amarse a si mismas, autocríticas y severas.
 
Nuestras palabras hacia nosotros mismos suelen ser duras, fuertes y normalmente, son las mismas que usaban las figuras de autoridad de nuestra vida para regañarnos.
 
Rara vez nos construimos una realidad hermosa y considerada.

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Aduéñate de tus palabras

 
Gergen dice una cosa maravillosa y llena de potencial “El mundo es como lo signifiquemos”, es decir, esto que percibimos y que somos no es definitivo, no está escrito en piedra sino que puede y debe ser cambiado.
 
La única forma de hacerlo es llegar a un contrato social tácito y poco a poco lo vamos logrando, aunque parezca imposible.
 
De este modo el mundo se ha ido transformando y entendemos que lo que antes eran instituciones económicas como la esclavitud y la servidumbre forzada se erradicaran en una buena parte de las sociedades y que todos entendiéramos qué estaba mal en todo esto.
 
Todos estos cambios surgieron de una o dos personas que dieron el primer paso y lo expresaron a viva voz.
 
El primer paso real comienza en ti mismo y en el mundo que te rodea, en ese grupo de personas que hacen parte de tu red inmediata.
 
Comienza contigo mismo, revisa las palabras que utilizas para hablarte.
 
Imagina que todas y cada una de las que usas se materializan frente a ti, ¿disfrutarías el resultado? ¿le dirías a una persona que quieres esa frase que usas para criticarte o llamarte la atención? Entonces ¿por qué usarla contigo mismo?.
 
Necesitas aprender a tratarte con amor y compasión, esa es la lección fundamental, pues sólo de ese modo podrás reflejar eso a lo que te rodea.
 
Háblate de forma amable y estimulante, esto no se trata de mentirte sino de poner la energía donde haya potencial.
 
Por ejemplo, puede que seas increíblemente malo pintando, es una realidad, pero también es cierto que puedes mejorar con práctica, además aprender es divertido, y es allí donde debes poner el énfasis, en la posibilidad de seguir creciendo.
 
El trabajo con afirmaciones también es maravilloso y sencillo, porque transformas en hábito el uso de frases positivas al hablar de ti mismo y los demás.
 
Las afirmaciones sirven para virtualmente cualquier cosa, pues con la palabra vas creando nuevos programas, nuevas realidades que atraerán nuevas personas con el mismo esquema mental positivo.
 
Puedes usar afirmaciones para trabajar en tu prosperidad, en tu salud, en tu confianza y relaciones.
 
Por último, revisa tus palabras cuando hablas con otras personas. Piensa en lo que estás edificando ¿te quejas todo el tiempo? ¿hablas mal de otros individuos y te haces eco de rumores?
 
Si sólo hablas de lo que te falta, de lo difícil que es todo, estás creando un mundo de miseria y carencia; si hablas mal de otros, estás atrayendo personas deshonestas y negativas.
 
Recuerda: el mundo es una construcción y los ladrillos son nuestras palabras, tú decides cómo y con qué las construyes. Elige amor, belleza, honestidad, lealtad y armonía, tienes el poder para ello en la punta de tu lengua.

 

 


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